La Iglesia comienza la Cuaresma, como tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua.
Este período está asociado especialmente a la conversión y a la reconciliación con Dios y con los hermanos. En este sentido, el Papa Francisco nos recuerda en su mensaje para la Cuaresma de 2020 que «el hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto». Para esto la Iglesia ha ofrecido siempre tres medios evangélicos: la oración, el ayuno y la limosna (Cf. Mt 6, 1-6. 16-18), tal y como se nos hace presente de modo especial en el Evangelio de miércoles de Ceniza, el día penitencial por excelencia, que, junto con el Viernes Santo, es día de ayuno y abstinencia. Pero, además de la fuerte llamada a la conversión y a la reconciliación, hay dos dimensiones que no podemos pasar por alto: la escucha de la Palabra de Dios y la memoria del Bautismo.
El rito de la imposición de las cenizas tiene su origen en los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica. Este gesto tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Más allá de ser un gesto meramente externo, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal (Cf. Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia, 125).
La Iglesia nos invita a realizar este itinerario viviendo de una manera más profunda la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia. En la Misa, las lecturas de los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma de este año hacen especial referencia al Bautismo, a través de tres temas íntimamente unidos a este sacramento: el agua, al que se refiere el Evangelio del diálogo entre Jesús y la samaritana (tercer domingo); la luz, presente en el episodio de la curación del ciego de nacimiento (cuarto domingo); y la vida, a través del pasaje de la resurrección de Lázaro (quinto domingo). Así pues, mediante estos signos, agua, luz y vida, Jesucristo aparece no solo como protagonista, sino también como maestro que nos guía en el camino de la vida cristiana. Pero también las lecturas de la celebración de la Eucaristía de los días laborables abordan interesantes temas, que pueden ser de gran ayuda para una catequesis cuaresmal y para vivir una auténtica espiritualidad cuaresmal.
¿Desde el punto de vista concreto qué podemos hacer?
- Acercarse en este tiempo al sacramento de la Penitencia para poder participar con el alma purificada en la Semana Santa.
- Escuchar con mayor atención la Palabra de Dios que se nos propone para este tiempo.
- Realizar ejercicios piadosos que respondan al carácter del tiempo de Cuaresma, como es el Via Crucis.
- Utilizar el órgano y los otros instrumentos musicales solo para sostener el canto, como corresponde al carácter penitencial de este tiempo, salvo en las solemnidades, fiestas y el Domingo IV Laetare.
- No adornar el altar con flores durante este tiempo, excepto en los mismos días en que se pueden utilizar los instrumentos musicales más allá del acompañamiento del canto.
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