Hace unas semanas, recordábamos cómo el siglo XIX fue desastroso para las antiguas iglesias de Madrid. La desamortización y la presencia de las tropas francesas causaron graves pérdidas en conventos y parroquias. Más tarde, con la Revolución Gloriosa de 1868, otros tantos templos fueron derribados bajo el pretexto de una modernización que imponía la ordenación de calles y la creación de espacios más abiertos y plazas. Así, se derribaron las iglesias de San Juan y San Miguel, así como la de Santiago, en cuyo solar se levantó una de nueva planta, quedando igualmente muy destrozados los conventos de San Jerónimo y San Martín.
Por su parte, la parroquia de Santa María la Mayor, que en estos años había ido perdiendo protagonismo en la vida social y religiosa de la Villa, también se puso en el punto de mira de los modernizadores de la época. Las críticas de algunos historiadores y escritores favorecieron un clima de abandono y desahucio, como Mesonero Romanos, que en su Plan de Mejoras Generales de Madrid (1846), menciona la posibilidad de «sacrificar» la parroquia de Santa María «que aunque pequeña y de ningún valor, es la más antigua de Madrid».
Con tan nefastos auspicios para el templo, y tan poderosos promotores de regular las calles Bailén y Mayor, finalmente se resolvió derribar la iglesia de Santa María de la Almudena. La intención fue prolongar la calle Mayor hasta la cuesta de la Vega, y enlazar la de Bailén con el viaducto, entonces en construcción. Como se aprecia en el plano antiguo de Pedro Texeira (1656), la iglesia estrechaba el final de la calle Mayor y, al tirarla, se daba más amplitud y regularidad a su trazado.
La decisión del Ayuntamiento sobre esta demolición, contó con la oposición del clero y del pueblo, saltando la discusión a la prensa, pero la decisión estaba tomada: «Habiéndose comenzado el derribo de algunos templos católicos que recuerdan interesantes tradiciones, nos proponemos consignar en la Guirnalda, noticias históricas y artísticas de los templos demolidos, y agradecemos a nuestros lectores de provincias que nos suministren datos sobre las que en ella sufran la misma suerte. Daremos principio con lo que se refiere a la Basílica de la Virgen de la Almudena, Patrona de Madrid. la iglesia de Santa María que ha empezado a derribarse fue fundada como mezquita […]».
Entre el 19 y el 20 de octubre se firmó el acuerdo definitivo del derribo del templo, siendo alcalde de Madrid Nicolás María Rivero. El 25 de octubre se celebró la última Misa; la demolición comenzó el 27 de octubre de 1868 y se prolongó hasta el 4 de mayo del año siguiente. De entre los objetos que quedaban en la parroquia, consta que el 5 de noviembre de 1868 el Ayuntamiento de la Villa de Madrid donó al Museo Arqueológico Nacional una verja de hierro y el techo de la capilla de los Monzones, donado por la marquesa Cayetana Morcuera.
Asimismo, la Congregación de la Real Esclavitud fue perdiendo gran parte de sus bienes, y su casa aneja a la iglesia. Pero siempre se mantuvo fiel a sus principios custodiando los objetos que le quedaban y manteniendo la devoción a la Virgen de la Almudena, a pesar de carecer de un templo propio.
La dispersión de las pocas propiedades que quedaban continuó. En el Museo Arqueológico Nacional consta la donación de un cáliz, unas vinajeras y una campanilla. Y el retablo de la Virgen fue vendido por la congregación: «Como artífice platero de la Villa, encargado de metales, mandado a casa del señor D. Antonio López Ballugero, tesorero de la Real Esclavitud de Nuestra Señora de la Almudena en los días 12 y 13 del corriente y hora de las ocho, la plata del retablo y gradas del altar que me fueron presentados […]».
En el Archivo Histórico de Protocolos se encuentra un acta sobre el derribo de la iglesia de Santa María. En él se incluyen las peticiones de los diferentes patronos de capillas de la parroquia, de los representantes de las cofradías y congregaciones, y del cura párroco de la iglesia. Por una parte, el párroco informó que todavía quedaban objetos en el templo: la pila bautismal, algunas verjas, el púlpito, las campanas y el enlosado de pizarra pagado por un devoto que, según él, debía ser devuelto. Por otra parte, el secretario de la Real Esclavitud exigió una compensación, por la casa contigua a la iglesia, que era de su propiedad.
La demolición del templo fue sin duda, la más dolorosa de todas por ser la iglesia matriz de la Villa, y por la transcendencia que había tenido en las tradiciones religiosas y su vinculación con la monarquía. La imagen de la patrona de Madrid se trasladó, junto con el resto de bienes, al vecino convento del Santísimo Sacramento, y fueron colocados en la bóveda y otras habitaciones de las monjas.
Estos acontecimientos fueron recogidos en 1872 por Manuel Ibo Alfaro, en su Historia de la interinidad española:
Autorizado por la Junta revolucionaria el alcalde popular, don Nicolás María Rivero, en virtud de acuerdo tomado por aquella el 10 y publicado en la Gaceta del 11, para emprender, ejecutar y costear todas las obras, mejoras y reformas, que considerase útiles a la población, pasó con fecha 21 un oficio al arquitecto de la Villa, Sr. D. Francisco Verea y Romero, ordenándole que procediese cuanto antes al derribo del templo parroquial de Santa María. Con este motivo se ofició también al vicario eclesiástico y aunque el vicario eclesiástico pidió prórroga, según tenemos entendido, y según tenemos entendido se le concedió de palabra, una nueva orden derogó aquella prórroga, produciendo semejantes contradicciones alguna confusión en el cabildo de la parroquia.
El caso es que el domingo 25 a la una de la tarde, varios sacerdotes quitaron el traje a la antiquísima imagen de Nuestra Señora de la Almudena, envolvieron esta imagen en un paño, y en hombros de cuatro hombres, la trasladaron al convento del Sacramento, y la entregaron a las monjas, quienes volvieron a ponerle su traje, y luego se la colocó en el presbiterio de dicho templo, a la derecha del altar mayor, donde permanece.
El lunes 26 fue el señor cura, ya muy anciano, a las siete de la mañana a celebrar misa, pero se encontró con la balla puesta para comenzar el derribo; celebró la misa conmovido, rezó enseguida la letanía con los pocos fieles que asistieron al santo sacrificio, y luego rezó un responso por vía de despedida, saliendo todos del templo con lágrimas en los ojos. […] A las nueve acudió otro sacerdote y dijo misa; a las doce acudió otro también con el intento de decir misa, pero como ya había comenzado el derribo y como ya el templo se hallaba profanado por varios voluntarios de la libertad, que lo habían invadido con la cabeza cubierta y profiriendo horribles blasfemias, el sacerdote tomó el copón con el Santísimo Sacramento, y lo subió debajo del manto al oratorio de la casa del duque de Abrantes, contigua con Santa María, donde lo consumió.
La Virgen de la Almudena permaneció en el convento del Sacramento hasta el 30 de mayo de 1911, cuando fue trasladada en solemne procesión a la cripta de la futura catedral de Madrid y nueva sede de la parroquia de Santa María.
Aquí cerramos nuestra Ventana a la historia, pero sin que esto suponga un punto y final, sino tan solo un punto y seguido. ¡Hasta pronto!
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