La Universidad San Dámaso ha celebrado la festividad de santo Tomás de Aquino con un acto académico este viernes, 27 de enero, en el salón de actos del Seminario Conciliar de Madrid. Presidido por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, durante el mismo se ha hecho entrega de la medalla de oro de la universidad al arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, primer gran canciller del centro universitario, y al Papa Benedicto XVI a título póstumo. Un reconocimiento, ha afirmado el rector de la universidad, al «papel sin duda alguna determinante que ambos han tenido en la erección canónica y el impulso académico» de la universidad.
El Papa emérito aceptó el reconocimiento algunas semanas antes de su fallecimiento con una afectuosa carta en la que recordaba a toda la comunidad educativa y comunicaba al cardenal Osoro que, si las condiciones de salud se lo permitían, le recibiría en su casa para la acoger la medalla. Es una «ocasión propicia», ha asegurado Prades en referencia a Benedicto XVI, «para dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de este fiel servidor al servicio de la Iglesia».
Por su parte, el arzobispo emérito de Madrid ha esbozado la historia del nacimiento de la universidad, recordando que «no nació por casualidad», sino que está muy unida a una «historia diocesana» y a un momento clave: el Concilio Vaticano II y el posconcilio, «dramático, pero a la vez esperanzador». En los seminarios se impartían conocimientos intelectuales, sin llegar a nivel universitario. Aquellos que tenían buenas notas, ha relatado el cardenal Rouco, eran enviados a las universidades pontificias Comillas o Salamanca; Roma quedaba como una posibilidad muy remota. Pero a partir de entonces, «la Iglesia quiere que todos los seminaristas sean universitarios».
Poco a poco se van forjando estas premisas, y en 1994 «nos pareció que era el momento de madurez académica tanto desde el punto de vista institucional como desde la calidad universitaria de la enseñanza». Y se solicita así erigir el Centro de Estudios San Dámaso en Facultad de Teología. En 1996-1997 se desarrolla el primer curso como Facultad de Teología y comienzan unos años en los que la facultad se acompaña por otras facultades: Derecho Canónico, Filosofía, Literatura Cristiana y Clásica…
Nacida con un «espíritu apostólico joven» y con «una nueva formulación del mensaje evangélico lleno de alegría», la Universidad San Dámaso tiene un alma, ha observado el cardenal Rouco: «Asumir ese patrimonio que hemos recibido de la Iglesia, del Señor». El arzobispo emérito ha querido agradecer a los presentes y a todos los alumnos y trabajadores que han pasado en estos años por las instalaciones, que «han hecho posible una especie de milagro».
El nuevo modelo antropológico
Durante el acto, el profesor Eloy Bueno de la Fuente, catedrático de la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos) ha impartido una conferencia sobre La revolución antropológica, nueva frontera de la misión. El ponente ha hablado de la «llamada a la inculturación y al dinamismo misionero» cuyo fin es «habitar un continente que está emergiendo». Se dice que hay un cambio de época, ha comentado, cuya clave «se encuentra precisamente en la revolución antropológica a la que estamos asistiendo».
Ha señalado el profesor Bueno de la Fuente algunos signos, como la proliferación de los robots, el desarrollo de la inteligencia artificial, la absolutización del smartphone, la preocupación «casi obsesiva» por el cambio climático, la banalización del aborto y la eutanasia, la ideología de género, la superación del esquema binario de la sexualidad, los diferentes tipos de familia…
Son «fenómenos heterogéneos» que se encuentran bajo tres prismas, ha explicado: una nueva episteme caracterizada por una crítica al humanismo tradicional, que por ejemplo llevó al filósofo Michel Foucault a proclamar «la muerte del hombre»; un posdarwinismo en el que «el relato bíblico queda en el campo de los mitos o las fantasías» y lleva a superar la barrera entre el hombre y la máquina; y una nueva figura antropológica que plantea cómo es la presencia del cristianismo.
La recepción de la Iglesia de todo este «tipo de problemáticas», ha indicado el ponente, ha sido «muy lenta, muy limitada» y, «de modo general», centrada «en elementos puntuales de carácter moral o ético». Falta, ha afirmado, «la percepción de que se trata realmente de un nuevo continente», que tiene su lenguaje y sus lógicas. «Queda tomar conciencia de ese contienente nuevo», ha remarcado.
En este sentido, ha recordado las palabras del Papa Francisco, cuando habla de colonización ideológica y afirma que «estamos casi en el alba de una nueva era y en el nacimiento de un nuevo ser humano». «Todo esto —dice el Papa—obliga a reflexiones sobre lo que es específicamente humano».
Así, ha determinado el profesor, al pensamiento cristiano se le exige un discernimiento. «Hay que ser cautelosos para no condenar sin más los proyectos de mejorar al ser humano y descubrir las posibilidades de las nuevas tecnologías». Hay que ser cautelosos también «con no querer salvar ese humanismo pasado», y tampoco «olvidar el sufrimiento de las personas humilladas, marginadas» o convertidas, ha dicho, «en monstruos». Ser cuidadoso con esto no quere decir que en estas lógicas no haya elementos que contradigan la visión cristiana y, por eso, «se abre espacio al testimonio cristiano».
Igual que en el Imperio romano se abrió paso el cristianismo, ahora el pensamiento cristiano aporta novedades. En primer lugar, la proclamación de un Dios único, universal y personal. «En ese momento en que había ese tipo de religiosidad tan peculiar, esto es lo único que garantizaba la igualdad y la fraternidad de todos los seres humanos». En segundo lugar, «los cristianos en aquella época ofrecían horizontes de esperanza, porque afirmaba que cada ser humano había sido amado desde el principio por alguien». Y en tercer lugar, el «testimonio del amor cristiano».
Alimentar la comunión
La conmemoración del patrono de la universidad ha adquirido este año un «significado nuevo», en palabras de Prades, ya que por primera vez se han entregado distinciones honoríficas con motivo de los 25 años de la Facultad de Teología.
Además de las medallas de oro, se han otorgado medallas de plata a profesores y personal de administración y servicios que han cumplido 25 años de «entrega fiel» a la universidad, y becas a los alumnos de la promoción 1996-1997. «No estaríamos hoy aquí sin las aportaciones de quienes reciben su distintivos», ha afirmado el rector, y de otros muchos que «han servido fielmente a esta casa».
En la conclusión del acto académico, en el que también ha estado presente el arzobispo emérito de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, el arzobispo de Madrid ha hablado de la comunión. «Esta comunidad que es la Iglesia, de la que somos parte […] ha de vivir en la sucesión de los tiempos edificando y también alimentado la comunión en Cristo y el Espíritu». Además, el purpurado dado las gracias al personal de la universidad «por hacer un servicio a la Iglesia de Nuestro Señor que está caminando en Madrid». La celebración ha terminado con una Misa en la basílica San Francisco el Grande.