¡FELIZ AÑO NUEVO 2020!
«Celebremos la maternidad de la Virgen María; adoremos a su Hijo Jesucristo, el Señor.» (Ant. Invitatorio).
Os dejamos una reflexión sobre esta Solemnidad, escrita por nuestro congregante d. Ángel Fontcuberta (q.e.p.d.) y publicada en arcrimadrid.org en 2014, seguro que os ayuda a comprender mejor ésta solemnidad de María.
«Esta solemnidad fue la primera fiesta mariana del calendario litúrgico de la Iglesia occidental. Su origen parece estar en la Dedicación, el día 1 de enero, de la basílica de Santa María la antigua, en el Foro romano.
El rito romano celebra el día 1 de enero la octava de Navidad, conmemorando la Circuncisión del Niño Jesús. Esta antigua fiesta desapareció hasta que el papa Pío XI en 1931, con ocasión de XV centenario del Concilio de Éfeso, instituyó la fiesta de la Maternidad Divina de María el día 11 de octubre. La reforma litúrgica a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II, ha trasladado esta celebración al día 1 de enero, y de este modo se ha recuperado la antiquísima celebración de Santa María Madre de Dios, “destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre santa, por la cual recibimos al autor de la vida” (Pablo VI exhortación Marialis cultus, 5). Esta celebración mariana tiene en cuenta también los aspectos navideños de la octaba de la Natividad del Señor, la Circuncisión y la Imposición del Nombre de Jesús (cf. Mt 2,21; Lc 1,31;2,21). Estos aspectos están presentes en la lectura del evangelio de esta solemnidad (Lc 2,16-21) y en la primera lectura tomada del Libro de los Números (6,22-27).
La Iglesia mira agradecida a la Virgen María, consciente de haber recibido por ella al Salvador Jesucristo. María con su Hijo en brazos aparece como trono de la Sabiduría (cf. Lc 2,16-21). Jesús “nació de una mujer, bajo la ley; para redimir a los que estaban bajo la ley” (cf. Gál 1,4-7; 2ª lectura). Esta mujer es “la Madre santa, la Virgen Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra” (Antífona de entrada). Por ella “Dios entregó a los hombres los bienes de la salvación” (oración colecta), cuyo comienzo celebramos en María (cf. Oración sobre las ofrendas).
María aparece no sólo como Madre de Cristo, Cabeza de la Iglesia, sino de la totalidad de su Cuerpo. En la oración después de la comunión pedimos: que los sacramentos del cielo que los miembros del Cuerpo de Cristo hemos recibido, “nos ayuden para la vida eterna a cuantos proclamamos a María Madre de su Hijo y Madre de la Iglesia”.»