PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU OS LO ENSEÑARÁ TODO
Hechos 2,1-11; Romanos 8,8-17; Juan 14,15-16.23b-26
HABLA LA PALABRA: El icono de la fraternidad
En Pentecostés el relato principal de la Palabra de Dios es el de los Hechos de los Apóstoles, el de la irrupción del Espíritu Santo: Se abren las puertas del Cenáculo, y los apóstoles se dirigen a los habitantes y a los peregrinos venidos a Jerusalén con ocasión de la fiesta, para dar testimonio de Cristo. Y todos, hablando diversas lenguas, se entienden. Es el icono de la unidad y la fraternidad universal, a diferencia del icono de Babel, en el que la humanidad globalizada está en una misma torre, pero, aunque todos hablen la misma lengua, no se entienden, y están enfrentados entre sí.
San Pablo en su Carta a los Romanos nos dice que “no hemos recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar “Abba! (Padre)”. Esta es el secreto de la libertad, de la paz y de la alegría del cristiano: saberse en el Espíritu Santo hijo amado de Dios.
En el Evangelio vemos a Jesús prometiendo a sus discípulos un defensor, el Espíritu Santo, que les recordaría y haría comprender todas sus enseñanzas.
HABLA EL CORAZÓN: Siete dones para vivir en libertad
Así, en Pentecostés, se sintieron los apóstoles llenos de los siete dones del Espíritu, que todos recibimos y que conviene siempre recordar:
El don de la Sabiduría: El mismo Espíritu que hace posible en el “si” de María a la Encarnación de la Sabiduría eterna de Dios, espera nuestro “si” para transformarnos según el Verbo de Dios, según su sabiduría.
El don del entendimiento: Por el que podamos comprender cada vez más y mejor los misterios de la fe. Todo cristiano, por este don, es un mistagogo, un escudriñador de la fe. Si se desprecia o no se busca ni se pide este don, la comprensión de la fe se paraliza, hasta que se pierde.
El don de consejo: Por este don podemos escuchar permanentemente como en el fondo del corazón Él jamás para de susurrarnos sus consejos. Y por este don, signo de la madurez del cristiano, unido a una buena formación, podemos aconsejar a los demás.
El don de Fortaleza: También sólo Él puede hacer que podamos ir contracorriente, y dar público testimonio de la fe, hasta dar la vida por no dejar de confesarla. El cristiano puede hacer cosas insospechadas, pues por sus venas corre una sangre que no es mortal: es la fuerza del Espíritu Santo.
El don de Ciencia: Por Él podemos ver la creación no con nuestros ojos de creatura, sino con los ojos del Creador. Él nos hace ver el “hilo de oro” que vincula toda la creación en la mirada del Padre sobre el Hijo, en el amor: todo creado por amor, todo en un único designio del amor.
El don de Piedad: Que no es tener compasión, o ser muy devoto, sino el don de saberse y de encontrarse a gusto en nuestra verdadera casa: la casa de la Trinidad, del cielo, la Gloria de Dios, y sentir la necesidad de la oración, y de los sacramentos, para gustar ya aquí la vida de Dios.
El don del Temor de Dios: que no es miedo a Dios, sino conciencia de nuestra condición de criatura débil y limitada, y en el escalofrío de nuestra más absoluta inseguridad, sentir la necesidad de confiar en el amor de Dios.
HABLA LA VIDA: Católicos en la Vida Pública
En este día de Pentecostés la Iglesia celebra el día del Apostolado Seglar, del testimonio de los “Católico en la Vida Pública” como aquellos católicos que tanto hicieron para la transición política pacífica del franquismo a la democracia con su esfuerzo por el diálogo y la conciliación, como Fernando Álvarez de Miranda (1924-2016): Como un embajador en El Salvador salvando vidas y evitando una guerra civil, como Defensor del Pueblo, defendiendo a los más débiles de la sociedad, y como constructor de una Europa unida y solidaria, a través del Movimiento Europeo creado por los fundadores de la nueva Europa de la Unión. Testimonios como el suyo nos sirven para entender lo que decía Pablo VI, que la “caridad política” es la forma más perfecta de la caridad, pues es la que mayor servicio puede hacer al bien común. Y que no sólo en este ámbito, sino en todos los ámbitos de la sociedad, son los laicos los que están en la vanguardia de la construcción del Reino de Dios, movidos por el Espíritu Santo.
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis del Arzobispado de Madrid