«Es la Pascua, el paso del Señor». La catedral de la Almudena se ha vestido de gala este jueves, 28 de marzo, para celebrar la Cena del Señor, el día en que la Iglesia conmemora la institución del sacerdocio y de la Eucaristía. En presencia de numerosos fieles, que han llenado la catedral también en sus pasillos laterales, resonaba la Palabra de Dios en este Jueves Santo, recogida en el libro del Éxodo, sobre la prescripción de la cena pascual; en Pablo a los corintios, sobre la tradición recibida de la última cena, y en Juan, sobre el amor hasta el extremo de Jesús.
Repicaban las campanas de la catedral a la vez que, por primera vez desde que se iniciara la Cuaresma, se rezaba el gloria. De manera extraordinaria, el presbiterio estaba adornado con flores malvas y blancas, y también con doce sillas, alrededor del altar, preparadas para el gesto del lavatorio de los pies; en ellas, tras la homilía del arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, se han sentado jóvenes y niños, hombres y mujeres, a los que el arzobispo, imitando lo que Jesús hizo en la última cena, les ha lavado los pies.
Algo que a Almudena, la más pequeña de las que representaban a los apóstoles, le ha parecido «muy bonito». A sus 5 años, conocía de primera mano aquello que Jesús hizo en esa santa noche, acompañada de sus padres, David y Leticia, y su hermano Álvaro. La familia al completo para rememorar no tanto «lo que Jesús hace, sino lo que Jesús es».
Así lo había expresado minutos antes el cardenal Cobo en la homilía. «Jesús —afirmó— en este último tramo de su vida, es consciente de que todo va al Padre, y decide de forma especial estar con los amigos». En ese momento, más que nunca, necesita de sus amigos, «le sobran siervos, jueces, ideólogos, defensores estrictos de la ley…». Él «necesitaba acompañantes, igual que hoy todos nosotros necesitamos acompañantes que se encarguen de las vidas».
Esta noche santa, «Jesús nos enseña su misterio, y lo hace de forma concreta»: se quita la túnica «y uno a uno se pone a lavarnos los pies; es hacer una opción radical hasta el final por servir». En estos tiempos, ha manifestado el cardenal Cobo, en los que «absolutizamos el ego» y «todos los discursos invitan a priorizarnos a nosotros», ¿cómo puede una persona —se ha preguntado—, que está en medio de insidias de muerte, «seguir dando ánimo a los suyos»? De la fuerza que saca del Padre, ha respondido.
Así, en el último momento se arrodilla y «se pone con sencillez a servirles, a darles su vida, lo que Él es». Cristo «nos descubre dónde ir a lo fundamental en los momentos finales». Es «darse hasta el final», «dejar que se lo coman para enseñar la desmesura del Padre; así Él sabe que cumple la voluntad de Dios». «El mundo mata para ganar, Jesús muere dando vida».
Por eso, ha continuado, el gesto del lavatorio de los pies se une a la Eucaristía. «No hay amor auténticamente evangélico sin que lleve a un servicio gratuito y humilde desde abajo». Jesús lavando los pies a sus discípulos «nos invita a situarnos ante la vida» y, a su vez, «muestra la autoridad de la Iglesia». Al igual que «Jesús sirve arrodillado», «sin ponernos de rodillas no podremos ejercer la autoridad nunca».
Este Jueves Santo, «lo que contemplamos es a un Señor que nos lava los pies, nos hace amigos y nos invita a que cale este gesto; comulgar hoy nos vincula a Cristo, pero también nos vincula unos a otros». El arzobispo de Madrid ha concluido afirmando que Jesucristo «quiere lavarnos los pies a través de su Iglesia unida, fraterna y universal», y ha pedido «que Cristo siga sirviendo a través nuestro».
La celebración ha concluido con la reserva del Santísimo en el monumento preparado en el altar de la Virgen. La adoración eucarística es la «repetición de aquella larga sobremesa del Señor con los suyos tras la cena». La catedral, que en la maána de este Jueves Santo había acogido el acto penitencial, presidido por el obispo auxiliar Juan Antonio Martínez Camino, permanecerá abierta hasta las 24:00 horas de este Jueves Santo para facilitar que los fieles puedan acompañar al Señor.
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