El cardenal José Cobo presidió el pasado 24 de diciembre, a media noche, la tradicional Misa del Gallo, su primera Navidad como arzobispo de Madrid. Una serena celebración que rememora el nacimiento de Jesús y el inicio de la octava de Navidad, que los cristianos festejaremos hasta el próximo 31 de diciembre. Además, de un grupo de sacerdotes, diáconos y seminaristas, también participó en la Eucaristía el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Jesús Vidal.
Durante su predicación, el cardenal felicitó la Navidad a todos los presentes. «Estamos invitados a recibir el regalo más grande de la humanidad: que tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo», parafraseaba. «Se nos regala un niño y un poder: el de responsabilizarnos de Él». El Belén, decía, no es para guardarlo en casa, sino que es un camino para realizar y hacer crecer esa relación. La Navidad es el inicio de algo nuevo, «celebramos la cercanía de nuestro Dios».
«Hoy celebramos que Dios cumple su promesa», una promesa real, no utópica, que nos convierte en hijos y no en siervos. La venida de Jesús, explicaba el arzobispo, es una invitación a que hagamos de nuestra vida una entrega, a encontrarnos con una oportunidad nueva. «Tenemos derecho a vivir sin miedos, a experimentar que somos parte de la Misericordia de Dios», y a tratar de cambiar, por una noche, nuestra vulnerabilidad por la alegría. El Belén es un regalo para «quienes podemos tener tantos belenes por dentro, para quienes en alguna ocasión hemos experimentado el fracaso».
El Papa Francisco nos llama a mirar el Belén con ojos nuevos. «Un Cristo que no solo nace, sino que viene a tu vida» y que nos ayuda a ver lo esencial, a valorar lo sencillo y encontrar lo importante de la vida. A Belén, explicaba Cobo, se va por la noche, para que al llegar se vaya disipando la oscuridad. «Parece que hoy la oscuridad invade el mundo», decía, haciendo referencia a tantas guerras de hoy «tan cerca de donde nació Jesús» y también de tantas personas que sufren hoy ante la indiferencia de tantos. Pero «hoy nace una luz nueva», que no se disipa, sino que nos salva, «es la apuesta de Dios radicalmente por nosotros».
El arzobispo, continuaba la reflexión explicando que la noche de Navidad es una oportunidad para disipar nuestros miedos y decepciones, «que nos roban quiénes somos de verdad», pero es el propio Dios quien nos recuerda que es una «noche de paz y de amor». También explicaba que nuestro Dios es un Dios que se deja cuidar, e invitaba a los presentes a, por una noche, «no pedirle nada, sino darle», porque se nos regala la posiblidad de cuidarle. «Hoy llega la salvación a nuestras vidas. Feliz Navidad, porque hemos encontrado la luz de nuestras vidas».