Un regalo. Así definió el arzobispo de Madrid, cardenal Osoro, el tiempo de Cuaresma, un tiempo de conversión, dijo, que la Iglesia regala para «dar una versión nueva a nuestra vida». Esto es una «una gran tarea» para cada uno, que se presupone siempre pero que se intensifica en este tiempo. Se dirigió así a los fieles que asistían a la celebración del Miércoles de Ceniza, este 2 de marzo, en la catedral de la Almudena.
Durante la homilía, le pidió a Dios que infundiera en cada uno «el valor de llevar a cabo gestos concretos que den esa versión a nuestra vida, la que tú en el Bautismo, dándonos tu Vida, nos diste». «Que construyamos nuestras vidas no desde nuestras fuerzas, sino desde tu amor», continuó, solicitando la perseverancia «en esta gracia que tú nos das en este tiempo de Cuaresma para nuestra conversión».
Todo esto, en las circunstancias bélicas que actualmente se viven en Europa, y por eso, imploró «que sean desterradas del corazón del ser humano» las palabras división, odio… «Desármanos, Señor, renueva nuestros corazones».
Las armas del Señor para este tiempo
Al hilo de la Palabra de Dios proclamada, el purpurado afirmó que «estamos invitados a reconciliarnos con Dios y con los hermanos», y, a su vez, a «hacer un cambio en nuestras vidas con las armas que nos regala el Señor». La primera es la limosna, que no solo es el dinero, sino que se trata de «dar mi vida». «Da tu amor, da tu compromiso, da tu ayuda a los demás, dale tu mano al otro», precisó.
La segunda arma es la oración, «el diálogo con Dios». Dios «no nos niega nada», aseguró, y animó a hablar con Él, también en este momento de guerra, de dolor. «No olvidemos que el que tiene la fuerza y el poder es Dios mismo». Por eso, animó a invocarlo, porque «Él logra la paz», y a pedirle que «dejemos de utilizar las armas que destruyen, que nos dividen, que provocan odio, muerte». «Señor, apaga nuestro odio», invitó a pedir, «haz posible que lo que nosotros u otros están haciendo se quite de su corazón […] y ofrezcan no la muerte, sino la vida». Si se le pide, resumió, va a hacerlo, «porque es un Dios que escucha, que no pasa de nosotros».
Y por último, el ayuno, es decir, prescindir de «muchas cosas, que quizá son legítimas», para descubrir la grandeza de Dios.
En definitiva, concluyó el cardenal Osoro, la Cuaresma es un tiempo «de gracia» para «descubrir que a Dios lo necesitamos; no le podemos echar fuera, Dios no está al margen de la vida ni de la historia». «Para que la historia tenga sentido, tiene que estar presente entre nosotros», añadió. Un tiempo este también de volver a un Dios que «tiene pasión por todos nosotros», que es «compasivo y misericordioso», que «nos ama» y «nos levanta». «No apunta los delitos que hayamos hecho», sino que «se acerca a nuestra vida, quiere abrazarnos». Un Dios que «nos da su amor y que lo único que nos pide es que entreguemos ese amor a los demás».
Vigilia de oración por Ucrania
En la Eucaristía estuvieron presentes miembros de la comunidad católica ucraniana en Madrid, que fueron los protagonistas de la vigilia de oración por la paz que se celebró a continuación. Había sido convocada por el arzobispo de Madrid siguiendo el llamamiento del Papa Francisco para ayunar y orar especialmente en este Miércoles de Ceniza por Ucrania.
Presidido por el arzobispo de Madrid, el encuentro se desarrolló en torno a la Palabra de Dios, con momentos de silencio, alabanza, peticiones y canto. Los asistentes pudieron escuchar asimismo el testimonio de una mujer ucraniana que se halla actualmente en la frontera.