Daniel Escobar, delegado episcopal de Liturgia, ha dado las claves de la Cuaresma y de cómo vivir este tiempo, que es de «penitencia», pero también «bautismal». En el Informativo Diocesano de TRECE, el delegado ha indicado que esta última dimensión era la que prevalecía en los primeros tiempos de la vida de la Iglesia, y fue recuperada a raíz del Concilio Vaticano II. En esta línea precisamente discurre la carta semanal del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, a la que Escobar ha hecho referencia.
La Cuaresma es un camino de acompañamiento a Jesucristo hacia Jerusalén que sin embargo no se acaba allí, ya que el tiempo litúrgico abarca hasta el fin de la Pascua, el domingo de Pentecostés. Por lo tanto es un período de 90 días que, en esta primera parte hasta el Triduo Pascual, está marcado por la dimensión penitencial y de sobriedad en las celebraciones: no hay música instrumental ni flores, no se reza el aleluya o el gloria… Más que suprimir, «lo que se hace es retener los elementos que reflejan alegría», ha puntualizado Escobar.
Un tiempo también el que se celebran muy pocas festividades de santos «porque nos centramos sobre todo en la preparación de la celebración del misterio del Señor». En definitiva, la Cuaresma es «un signo de la presencia de Dios», ha subrayado el sacerdote. De ahí que «incluso los textos de la liturgia hablan de sacramento», en el que «el Señor entra en nosotros» fomentando «esa vuelta a Él, que es lo que significa la conversión».
Por último, tras detallar el cambio en la imposición de la ceniza por la pandemia, el delegado episcopal de Liturgia ha recordado lo que el Papa dice en su mensaje para este tiempo, en el apartado de caridad, acerca de cómo vivir la limosna: «Es sobre todo una atención hacia los que más sufren, hacia los angustiados, hacia las personas que están abandonadas…».