La catedral de Santa María la Real de la Almudena acogerá este jueves, 16 de septiembre, a las 20:00 horas, una Misa de acción de gracias como despedida a la madre Milagros López Morcillo, que durante los últimos años ha sido la superiora en Madrid de la comunidad de Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote que se encargan de la atención del templo catedral. La madre estará ya este viernes, 17 de septiembre, en Valencia, su nuevo destino, para atender allí la catedral.
Fundadas por el venerable siervo de Dios José Pío Gurruchaga Castuariense, las Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote desarrollan su misión en nuestra diócesis atendiendo la catedral de la Almudena, la basílica de la Concepción de Goya y la parroquia de San Ignacio de Loyola de Torrelodones. En la casa de Madrid se quedarán la hermana Eva María, la hermana Rocío, la madre María Asunción como nueva superiora, y la hermana Consuelo (en la imagen principal, de izquierda a derecha, junto a la madre Milagros, en el extremo derecho).
La Eucaristía de acción de gracias estará presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, y hará las veces de despedida oficial de una mujer que, a punto de cumplir sus bodas de oro como religiosa, lleva la catedral de la Almudena dentro de su alma. «No voy a decir que es mi vida, pero me llena mucho»; más de lo que expresa con palabras, porque los ojos se le iluminan a la madre cuando va contando, pausadamente y sin alardes, su trabajo en la catedral.
Todo lo que hay en el templo ha salido de sus manos: manteles, casullas, albas, estolas, purificadores… «Nuestro carisma es servir a la liturgia, el cuidado del altar, con una decoración del culto que sea digno a Dios Nuestro Señor». Las auxiiliares parroquiales son las encargadas de preparar las Eucaristías y las grandes celebraciones y de tener todo a punto para ellas: los vasos sagrados, las vestiduras de los sacerdotes… Por ellos precisamente es por quienes ofrecen todo su trabajo, «por su salvación» y por la de todos los que participan en la liturgia.
Cinco meses antes de la dedicación de la catedral por el Papa san Juan Pablo II en 1993, ya estaba la madre Milagros, incombustible, preparándolo todo. «Había que hacer todo nuevo», y se centraron en el color litúrgico blanco que era el que se iba a usar en la ceremonia. Además de las ropas de los sacerdotes, realizaron uno de los manteles más delicados para vestir el altar mayor, en bordado Richelieu, que se usó, entre otros, en aquella ocasión y también en la toma de posesión del actual arzobispo de Madrid (imagen inferior). La otra joya en manteles es el de blonda, que se usa en Navidad y en la octava de Pascua.
Las auxiliares parroquiales que cuidan la liturgia en la catedral de la Almudena pasan muy desapercibidas. Son expresión viva de aquello que decía Juan el Bautista: «Es necesario que Él crezca y yo disminuya». Pero la delicadeza de sus trabajos y del detalle son evidentes. Tanto, que la madre de vez en cuando pesca a mujeres saltándose el cordón del altar para admirar de cerca los manteles. Entonces, se acerca, le explica cómo los borda, los materiales… «¡Yo voy a hacer uno para mi parroquia!», le dice alguna.
Todas estas cosas nos las cuenta la madre Milagros en la casa que la comunidad de las auxiliares tiene en Madrid, donde ya se encuentra la madre María Asunción, que es quien tomará el relevo. «El otro día ya me estuvo explicando, me abrió 25 armarios con 25 cajones cada uno y volví a casa con la cabeza loca», ríe. Tarea tiene porque, aunque la madre Milagros ha dejado mucho avanzado, quedan por completar las casullas rojas.
Desde la dedicación de la catedral y durante los cinco años siguientes, la madre Milagros fue cosiendo casullas verdes, moradas, rojas, y dalmáticas. Hizo inicialmente entre 25 y 30 de cada una, pero había que añadir porque en la catedral de Madrid, con un volumen de celebraciones como ninguna otra en España –mínimo dos a la semana, además de las Eucaristías diarias–, no es raro ver ceremonias en las que concelebren hasta 50 sacerdotes.
500 casullas en dos años
Tras esos primeros cinco años, la madre fue destinada durante otros 16 fuera de Madrid. Hace ocho regresó, y en los últimos dos ha cosido 500 casullas. Antes lo hacían en casa, pero ahora tiene instalado su mundo en la que llaman sacristía de arriba, la que está justo encima de la sacristía mayor. Allí, con la ayuda de algunas otras señoras, ha ido adelantando trabajo, quizá presintiendo que pronto dejaría Madrid. Lo último, reponer estolas que se usaron en la inauguración de la catedral. «Faltaban 17 de aquellas iniciales que hicimos; yo creo que se las llevaron algunos sacerdotes de recuerdo», admite con sonrisa velada.
Y como el cuidado de la liturgia pasa por el decoro de la vestimenta, la madre Milagros hace pase de revista antes de que los sacerdotes salgan a celebrar. Podría decirse más bien que los tiene a raya: si hay algún alba que no cae perfecta, hace que la cambien; si la casulla está torcida, la endereza… Una vez acabada la ceremonia, viene la limpieza, tanto de los vasos sagrados como de las vestimentas. Las lavan ellas en casa, pero si las celebraciones han sido en la calle, que cogen más suciedad, la llevan a la tintorería.
Lo importante es que todo esté listo y digno. También las mitras del cardenal. La madre Milagros nos cuenta con humildad y con cierto pudor que al arzobispo le encantan las que ella le hace, porque son sencillas y ligeras, «no le pesan». «Me ha dicho que ahora tendrá que venir a Valencia a por ellas», y se sonríe. 15 le ha cosido en este tiempo, intentado que estén conjuntadas con las casullas y previendo también las que tiene que llevar cuando celebra fuera.
El 25 aniversario y las ordenaciones
Para la madre Milagros, natural de Albacete y con 50 años a sus espaldas de vida religiosa, cada celebración es especial, pero reconoce que «la de los 25 años de la catedral me hizo mucha ilusión, ¡nunca pensé que estaría en ella!», y asegura que disfruta «muchísimo» en las ordenaciones sacerdotales, con esa alegría de los seminaristas. Bodas no hay en el templo, y la de los actuales reyes Felipe y Letizia no la vivió porque no estaba en Madrid por entonces. De su trabajo, que es «muy gratificante», a la madre no le disgusta nada, «aunque haya tenido que hacer cosas a deshora, pero sabes que es para bien y para que las celebraciones sean dignas». «Si volviera a nacer, volvería a ser auxiliar parroquial», añade con vehemencia.
Cuando el cardenal Osoro le dijo que iba a ofrecer una Misa en acción de gracias por sus años de servicio, a la madre Milagros casi le dio un pasmo. Y cuando quisimos que nos contara, más. «Bueno, todo para gloria de Dios», exclamó, dejando claro Quién es el protagonista en su vida. Por eso, y aunque al hablar con ella se presiente el cariño que deja en la catedral de Madrid, lo hace «con gusto porque voy a otro sitio donde me voy a encontrar un sagrario, donde está Jesús, y si he hecho todo es por Él».
«Nuestro padre fundador quiso –añade la nueva superiora– que acompañáramos al sacerdote diocesano en la parroquia, siendo anacoretas dentro y misioneras fuera». Por eso su carisma se extiende también a la atención pastoral. Tomando palabras del cardenal González Martín, «donde se ha cuidado la Eucaristía, el altar, hay fecundidad divina», indica la madre María Asunción, «y esto nos tiene que llevar al amor al prójimo».
Infomadrid / B. Aragoneses