Filomena ha congelado Madrid, pero ni mucho menos ha paralizado la atención que desde las parroquias se viene haciendo en los últimos meses a los más desfavorecidos. El sábado por la mañana, José Manuel Horcajo, párroco de San Ramón Nonato, en Vallecas, consiguió abrir en la nieve un caminito entre la parroquia y su comedor social San José, a escasos 100 metros, con la ayuda de algunos feligreses. No muchos porque las condiciones climáticas no eran nada buenas, pero muy lanzados. Les costó un poco porque no se podía ni abrir la puerta de la iglesia; hasta que pudo hacerse con una pala «¡rompí tres escobas!».
El viernes ya había sido complicado: estuvo nevando desde la mañana y «justo teníamos ese día entrega de alimentos» (en la imagen inferior). Fue «una odisea, pero la gente colaboró» y se les pudo atender a todos, resguardándolos en el interior de un templo que tiene expuesto al Santísimo todo el día. «Es la fuerza de la que brota la generosidad y a la que viene la gente; el Señor es un imán que atrae, y Él lo consigue todo», ha señalado en alguna ocasión el párroco.
Después de abrir el pequeño camino, y a pesar de no tener muy claro si con semejante borrasca acudirían los beneficiarios del comedor, comenzaron a cocinar. «A ver quién viene», se dijeron. Para su sorpresa, se presentaron 150 personas a por sus táperes porque, de momento, el comedor sigue cerrado a las comidas presenciales para garantizar las medidas sanitarias de seguridad; sólo lo usan las 16 personas alojadas en las casas de acogida de urgencia para personas en situación de calle de la parroquia. Y a partir del día 15 de enero se sumarán los migrantes y refugiados que les lleguen porque San Ramón Nonato coge el relevo de San Ignacio como parroquia acogedora de la Mesa por la Hospitalidad.
El domingo, cuando ya consiguieron abrir un pasillo-corredor más amplio, también en colaboración con los vecinos –«todos, pico y pala… fue muy bonito»–, atendieron en San José a 200 beneficiarios, dos tercios de los habituales. Y este martes, el camión del reparto pudo acceder (en la imagen inferior). A partir de ahora, «iremos caminando a esta normalidad tan anormal» para un comedor social que en los momentos más duros del confinamiento llegó a dar 900 comidas diarias.
Recursos de emergencia
Tampoco se quedaron sin su comida las personas en situación de calle beneficiarias del comedor Los Panes y los Peces, de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba (en la imagen inferior, un feligrés despeja de nieve la entrada). Hablamos con el párroco, Ignacio Sánchez, mientras regresa del Hospital General de Villalba, donde atiende espiritualmente a los enfermos, que esto tampoco lo ha parado Filomena.
«El viernes les habíamos dado a los beneficiarios –como se hace habitualmente– la comida para el fin de semana», señala el sacerdote, con lo que en los días más duros de la borrasca eso lo tuvieron cubierto. Y aunque este lunes a la hora de abrir aún no habían llegado los menús que les sirve diariamente Carifood por la dificultad de los desplazamientos –les fueron entregados a media tarde–, a ninguno de los 21 que acudieron les faltó comida. Gracias a los recursos que tenían de Cáritas, «les preparamos un caldo, un poco de carne y productos enlatados». Este martes, el pedido les llegó sin problemas y a él se suma la comida del lunes, como un regalo atrasado de Reyes.
Algunos de los beneficiaros comentaron que tampoco el fin de semana les había faltado el alojamiento porque los agustinos les facilitaron resguardo en la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Los Negrales. El párroco, Isaac Estévez, ha mostrado en un vídeo en su cuenta de Twitter cómo se han habilitado espacios en el interior del templo para que durante esta semana puedan dormir allí cuatro personas. Da respuesta así a la pregunta que lanza al inicio: «¿Qué está haciendo la Iglesia para ayudar a las personas sin hogar en este momento, en esta oleada de tanto frío?».
Beneficiarios y voluntarios al mismo tiempo
Este miércoles por la mañana aún seguía José Crespo, párroco de Santa María la Blanca, en Canillejas, despejando los accesos al templo. «¡Tengo las manos…!». Es importante quitar nieve y hielo porque, además, en la tarde de este miércoles pagan la Lotería de Navidad; sí, les tocaron dos terminaciones, seis euros al euro, muy repartidos ya que los feligreses se llevaron también participaciones para familiares, al pueblo…
Las heladas de estas noches les han obligado también a acordonar parte de la acera: en el exterior de la cubierta cuyo artesonado interior es una joya mudéjar del siglo XVI se han formado unos carámbanos de hielo que en algunos casos llegan a los 50 centímetros. «Como se caigan encima de alguien, lo matan».
Pero Filomena no ha detenido la actividad de esta parroquia, entre ellas la entrega de comida ya preparada para familias en situación de necesidad. «Lo que de verdad me conmueve –explica el párroco– es que son los propios beneficiados los que se acercan a colaborar». De hecho, cuentan con entre dos y tres de ellos todos los días para cocinar y entregar los alimentos, porque es cierto que el temporal han dejado un poco mermado al equipo. También los exámenes de enero, ya que muchos de los voluntarios son jóvenes, «aunque antes de irse dejaron hecho hasta un inventario de productos para que no se pasasen las caducidades».
No pensaba tampoco el sacerdote que el fin de semana, con las condiciones tan adversas que hubo en Madrid, acudieran todas las familias, 29 en total, a las que diariamente, de lunes a domingo, se les entrega la comida. Pero no faltó ni una a su cita, lo que confirma aquello que ya estudiaron antes de iniciar la andadura de las cocinas, el pasado mes de noviembre, en un local alquilado junto a la parroquia. «Nos aseguramos de que la gente que atendemos de verdad pasa necesidad», indica Crespo, también para ser «honestos» con los donantes. Y con Filomena han constatado que «la gente necesita comer».
Las cocinas de Santa María la Blanca (en la imagen inferior, reparto de alimentos este miércoles) le muestran al sacerdote «que hay gente muy generosa». Tanto, que tienen proyectos de mejora gracias a la colaboración de cocineros profesionales que, en sus días libres, «se vienen a ayudarnos». Uno de ellos, que se ha fraguado en las últimas semanas y que «es superbonito», es enseñar a los voluntarios a «poner un toque a la comida», que no sean guisos de aprobado sino que aporten calidad. También tienen en mente facilitarles cursos de manipulador de alimentos.
Junto a estas 29 familias, otras 15 reciben mensualmente alimentos en sus casas. «Antes entrábamos y ya estábamos un rato con ellos» porque la atención a la persona es integral, pero ahora, a causa de la pandemia, se lo dejan en la puerta. En Navidad se incluyeron juguetes para los niños, y también se repartieron 120 bufandas y cuellos hechos a mano por el grupo de las tejedoras, señoras de la parroquia mayores de 70 años.
Comenzaron hace años, se empezaron a llevar a amigas y ahora son 18 las mujeres que abastecen no solo a este proyecto de bufandas solidarias para Vallecas sino que han sustituido todos los paños y ornamentos de la liturgia y son ellas mismas un grupo de oración. «Unas máquinas», resume su párroco.
Infomadrid / Begoña Aragoneses