Muchos fueron los literatos de nuestro Siglo de Oro que le dedicaron unas letras a la patrona de Madrid, Santa María la Real de Almudena, asentándose así la crónica y la tradición. Desde los cronistas Jerónimo de la Quintana o Juan de Vera Tassis hasta los ilustres Calderón de la Barca o Lope de Vega. Comenzaremos en esta ocasión haciendo referencia a este último.
En el año 1625 Lope, genio indiscutible de la literatura universal, publicó el libro de poemas Triunfos divinos, donde se incluyó un poema histórico, en tres cantos y en octavas reales, titulado «La Virgen de la Almudena», y dedicado a la reina doña Isabel de Borbón. Este poema ya había sido publicado anteriormente de manera suelta un año antes. El poema quedó pues compuesto por estos tres cantos, con la siguiente estructura:
- Canto I. Ocultación (28 estrofas). Entran los moros del África en España, esconden los christianos las imágenes, y Madrid la de su iglesia mayor en el muro de la puerta de la Vega.
- Canto II. Invención (28 estrofas). Quexase al Rey Pelayo España, retiran los christianos a los moros hasta el Andaluzia, hallan los de Madrid su Imagen en el Almudena, donde los moros median el trigo.
- Canto III. Milagros. Erección de un templo. (57 estrofas). Describe las maravillas desta santa imagen, y el milagro que hizo con el hijo del santo Isidro, y la solenidad con que se pudo la primera piedra del prometido templo.
A continuación, referimos algunos de estos versos del Canto II donde se narra la aparición de la escultura de la Virgen de la Almudena en el muro:
Madrid, por tradición de sus mayores,
busca su imagen con devota pena,
donde los africanos vencedores
tenían de su trigo la Almudena.
El muro, produciendo varias flores
por los resquicios de la tierra amena,
con letras de colores parecía
que les mostraba el nombre de María.
Y más delante, tras narrar con gran detalle la procesión que tuvo lugar tras el hallazgo de la imagen mariana, nos la describe de manera delicada:
La imagen, pues, tan limpia y bien tratada,
salió del muro, aunque de piedra era,
que parecía que con ser pintada
conservaba también ser siempre entera:
las flores de oro de que estaba ornada,
aún hoy están con la beldad primera,
que como siempre fue huerto cerrado,
no pudo entrar calor, ni tiempo helado.
El pino de que es hecha, siempre entero,
a tanta edad se muestra inaccesible,
que a no ser Dios el escultor primero
pareciera a los años imposible […].
El propio Lope de Vega fue un gran devoto de la Virgen de la Almudena, como atestiguan estos versos finales del Canto III, con los que terminamos esta reseña:
Perdona (débil ya) la voz piadosa,
que tus divinas alabanzas cantan,
que bien quisiera yo que a mis acentos
estuvieran los ángeles atentos.
En que el alma te doy y cuanto puedo
de tu color, Morena, enamorado.