La Iglesia que peregrina en Madrid celebra la Jornada Diocesana contra el Paro este fin de semana, en un momento en el que muchas personas afrontan dificultades en sus puestos, se han quedado en la calle o no consiguen nuevas oportunidades por la pandemia. La Iglesia se muestra solícita con ellas porque el trabajo es un derecho otorgado por Dios al hombre que, en palabras del Papa Francisco en Fratelli tutti, «no solo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo» (FT, 162).
Hoy surgen interrogantes, también temores y sufrimientos. Las noticias del paro desbocado, del empleo vergonzante, del cierre de negocios, de la ruina de pequeños comerciantes y de la incertidumbre económica llevan a pensar en la necesidad de una reorganización y de una revisión de nuestras estructuras. Como Iglesia nos corresponde recordar la dignidad del ser humano y la importancia del trabajo decente, clave en el desarrollo de cada persona y de sus familias. «La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan», tal y como escribió Benedicto XVI (Caritas in veritate, 32).
¿Cómo podemos ayudar los creyentes? ¿Qué debemos hacer? En la vigilia de oración que tendremos este sábado para preparar la jornada diocesana nos plantearemos ¿Acompañar en la esperanza? En este tiempo de Pascua, esta pregunta nos recuerda que, ante las dificultades, los cristianos hemos de mostrar con palabras y, sobre todo, con obras que el sufrimiento no va a tener la última palabra. Como subraya el Papa Francisco, «ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano». Hoy hacen falta «hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común» (cfr. FT, 67).
Qué belleza tiene la Iglesia cuando aparece en el mundo con la misma cercanía de Jesucristo, cuando da aliento a las personas que peor lo están pasando, cuando apoya iniciativas sociales a favor del trabajo y, de esa forma, a favor de las familias… La Iglesia está convencida de que el trabajo es una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra y tiene que vivirlo así. Los discípulos de Cristo debemos sumar esfuerzos para que ningún elemento de explotación se haga presente y menos en momentos de crisis laboral. Hemos de remarcar siempre que «el hombre como sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él solo, es una persona» (Laborem exercens, 12).
Usando el necesario recordatorio de Cáritas Diocesana de Madrid, Hermandades del Trabajo y Justicia y Paz para este fin de semana, El empleo es cosa de todos y «una sociedad donde el derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado y donde las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 288).
En este sentido, tengo varias propuestas para cada uno de vosotros:
1. Descubre lo que eres. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.
2. Busca el humanismo verdad. Busca más justicia, mayor fraternidad y un planteamiento más humano de todos los problemas sociales, consciente de que esto vale más que los progresos técnicos.
3. Entra en la hondura del evangelio del trabajo. Ahonda en la propuesta del Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, en su sentido y en sus implicaciones.
4. Participa en la obra realizada con el Amor de Cristo. Con esfuerzo y con fatiga, el trabajo te ofrece la posibilidad de participar en la obra de Cristo.
5. Pide al Espíritu Santo que purifique y robustezca tu corazón y tus propósitos de generosidad. Harás más llevadera la propia vida.
6. Deja que entre en el mundo la luz de la Resurrección de Cristo. Te hará percibir y hará percibir a otros el anuncio de unos nuevos cielos y una nueva tierra.
7. Distingue entre progreso temporal y crecimiento del Reino de Dios. Es cierto que el primero ayuda a ordenar mejor la sociedad, pero hay que buscar signos reales del Reino aquí y ahora.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, Cardenal Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid
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