El 55 % de la población mundial vive hoy en ciudades, un porcentaje que subirá a dos tercios del planeta en 2050. Emerge por ello la necesidad de abordar cómo atender a las personas que viven en ellas y «reconstruir un sentido de comunidad», tal y como se ha manifestado este lunes, 16 de septiembre, en la mesa redonda Vivir juntos la ciudad dentro del Encuentro Internacional Paz sin Fronteras.
En el coloquio moderado por Mario Marazzitti, de Sant’Egidio Italia, el cardenal Osoro ha alentado a «buscar modelos que no desencadenen descartes» y, desde la «convicción absoluta de que Dios vive en la ciudad», ha subrayado que «los que creemos tenemos un mandato que tenemos que hacer verdad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”», incidiendo en que la medida es ese «como yo» de Dios.
Entre las propuestas para lograrlo, el arzobispo de Madrid ha pedido crear «espacios de encuentro», así como lugares para que las religiones «cultiven la dimensión trascendente, que es esencial para la convivencia», y ha apostado por una nueva «educación conforme a la naturaleza del hombre, que es ser abierto y relacional», con atención a la familia, en la que «se cultivan los hábitos del amor y de la cultura de la vida».
En esta línea, monseñor Michel Santier, obispo de Créteil –una localidad cercana a París (Francia)–, ha puesto en valor el «compromiso con el diálogo y encuentro interreligioso» de las autoridades locales, que a pesar de vivir «en el país de la laicidad» contribuyen a la construcción de templos de distintas religiones, y sobre todo de los propios líderes cristianos, musulmanes y judíos.
Así, ha enumerado iniciativas para que desaparezcan «prejuicios» como la distribución de comida a personas sin hogar que llevan a cabo católicos y musulmanes, las veladas de meditación en torno a la figura de María en iglesias y mezquitas, o las visitas a centros educativos que llevan a cabo él mismo, el gran rabino y un imán. Es importante empezar por «la educación de los niños y de los jóvenes», ha aseverado, porque ahí, «incluso en los peores barrios, he visto el tesoro de la generosidad»
En la mesa ha estado también el acalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que ha agradecido a la Comunidad de Sant’Egidio que eligiera la capital para este encuentro y ha incidido en que uno es madrileño «cuando está en Madrid porque ni se le pregunta de dónde viene ni adónde va».
Recordando la II Guerra Mundial y la guerra de Bosnia, que tocaron de lleno las ciudades de los otros dos políticos presentes en el coloquio, Gdansk y Sarajevo, el edil madrileño ha señalado que «en la diversidad está la riqueza» y que «todos nos debemos considerar personas», sin caer en la «deshumanización del adversario» como ocurrió entonces, y ha rescatado una idea que oyó a Kike Figaredo, SJ, el «obispo de las sillas de ruedas»: «Habrá paz en el mundo cuando seamos capaces de desminar nuestros corazones».
Tras apelar precisamente a «valores comunes», Almeida ha defendido la «prohibición de una serie de comportamientos incívicos, antisociales», la necesidad de ayudar a las familias que son «célula fundamental» en sociedad y la «inclusión» del que viene de fuera con una red de servicios sociales no meramente asistenciales
La alcaldesa de la ciudad polaca de Gdansk (Polonia), Aleksandra Dulkiewicz, tomó las riendas del consistorio hace ocho meses tras el asesinato de su predecesor, Pawel Adamowicz. Igual que él, tiene presente que una de las claves de la Unión Europea, a la que Polonia se incorporó hace 15 años, pasa por «estar unidos en la diversidad». Por ello, ha afirmado que intenta hacer «una ciudad apta para todos», con una preocupación clara por los inmigrantes que van a seguir llegando a pesar de ciertos «discursos de odio».
El vicealcalde de Sarajevo (Bosnia y Herzegovina), Milan Trivic, ha detallado que su país había sido un ejemplo de «coexistencia» entre personas de distintas procedencias y religiones hasta que, hace 30 años, «fuerzas de desintegración cambiaron el estilo de vida tradicional», y ha apelado a involucrarse en la vida de los de alrededor, con «manos abiertas», como intentan hacer de nuevo.
En el posterior turno de preguntas, el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, Guzmán Carriquiry, que se encontraba entre el público, ha puesto sobre la mesa «un fenómeno que envenena la convivencia» y «crea inseguridad»: el narcotráfico, «una especie de cáncer ciudadano» que marca zonas enteras. «Me da vergüenza como latinoamericano tener miedo de visitar el centro de algunas ciudades», ha lamentado.
Aunque Madrid es «extremadamente segura», es cierto que la droga «destruye convivencia, destruye barios», ha dicho Almeida. «Hay que mirar qué es lo que favorece que esas situaciones se den» y «buscar salidas» para que estas personas no queden marginadas, ha añadido el cardenal Osoro, recordando su trabajo con jóvenes drogodependientes cuando se acababa de ordenar sacerdote.
El programa completo de estos días se puede consultar en la página web del Encuentro Internacional Paz sin Fronteras.