QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C): REMAR MAR ADENTRO
HABLA LA PALABRA: Todos somos llamados
La Palabra de Dios nos habla de la vocación, no de una vocación específica, sino de la vocación de todo cristiano:
- Al igual que el profeta Isaías, todos los bautizados estamos llamados a responder a una llamada, la que Dios nos hace, porque a cada uno de nosotros nos llama a una misión en la vida, en tiempo donde nos ha colocado, al servicio de la humanidad entera, y como miembros de su Iglesia. Y todos estados llamados a responder a esta llamada con valentía y con prontitud, “primereando” diría el Papa Francisco, con las mismas palabras o similares a las del profeta: “Aquí estoy, mándame”.
- San Pablo en su carta a los Corinitos dice algo como apóstol que todos nosotros, llamados por el bautismo y fortalecidos por la confirmación, estamos llamados exactamente igual que él: a ser testigos de Cristo, a transmitir a los demás la Buena Nueva que a su vez, nosotros hemos recibido. Todos los bautizados también somos apóstoles.
- Y Jesús en el Evangelio también nos dice a nosotros rememos mar adentro, como les dijo a aquellos pescadores de Galilea convertidos en pescadores de hombres, y también a nosotros nos pide echar el anzuelo del testimonio cristiano, para acercar a todos los que se cruzan en el camino de nuestra vida hacia Dios.
HABLA EL CORAZÓN: Siete verdades sobre la vocación cristiana
Todos entonces tenemos vocación. Pero, ¿en que consiste la vocación? Enumeremos siete verdades sobre la vocación cristiana:
- Es Dios quien llama. La iniciativa es suya: “no sois vosotros quien me habéis elegido a mi. Soy yo quien os he elegido a vosotros”.
- Y nos llama a una aventura divina. Él ha soñado desde toda la eternidad una divina aventura para cada uno de nosotros. ¿Habremos acertado con nuestra respuesta? La Iglesia tiene una especial predilección por los jóvenes porque están en la edad de poder descubrir a tiempo su verdadera vocación. En todo caso Dios rehace el camino y lo adapta, pero siempre es una gran aventura, porque es él quien mueve los hilos.
- Hay una sola vocación común: la de ser un auténtico cristiano. Nace del descubrimiento del amor inmenso de Dios para cada uno. Requiere una asunción personal de la fe y un recorrido de experiencia de Dios y de compromiso cristiano. A partir de descubrir esta vocación, y sólo a partir de ello, se puede descubrir la vocación específica de estado de vida (matrimonio, compromiso social del laico, sacerdocio, vida religiosa, contemplativa, misionera)
- No hay crisis de vocaciones, sino de respuestas. Dios llama a todos. Y no a pocos los llama a una vida de consagración y de total entrega al servicio de su Reino. Pero los ruidos del mundo no siempre dejan “sintonizar su onda”, y difícilmente es escuchada su llamada.
- Toda vocación es para la misión evangelizadora: puede ser para una evangelización más explícita (más misionera) o más implícita (de transformación de la realidad según las categorías del evangelio), pero siempre requiere el testimonio personal y el compartir la fe con los demás, especialmente con los más alejados de ella. Siempre desde el respeto: “la fe se ofrece, no se impone”, decía San Juan Pablo II.
- La vocación lleva consigo la gracia para poder responder a ella. Pero requiere el llamado ponga su parte, y sea generoso. Responder a la vocación, empezando por la común vocación a ser cristianos, no requiere muchas renuncias. En realidad una sola: renunciar a uno mismo, a ser uno mismo quien lo controle todo en su vida.
- La vocación es una llamada a la felicidad ya aquí en esta vida. Lo del “ciento por uno” se cumple. Por muy buenos que sean nuestros planes nunca serán tan buenos como los de Dios. Además, como dice un refrán, “Dios se ríe de nuestros planes”
HABLA LA VIDA: La llamada de Dios no tiene límites
Me decía una catequista que hace unos años un joven volvió a su parroquia tras salir de la cárcel. Le había cambiado la vida la dependencia de la droga. Al ver a su antigua catequista le dijo: “Ayúdame. Llévame de nuevo a Dios”. Ella lo llevo a un centro de rehabilitación, y ha asumido el cometido de ser su tutora. La llamada de Dios, me decía, no tiene límites. Él todo lo tiene previsto. Decirle sí, es decirle sí a un plan que sólo él conoce, de vida para los demás, y de vida para uno mismo. Y digo yo: ¿No es tu vida y mi vida también es una divina aventura?
Manuel María Bru Alonso.
Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.
Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
(Aquí estoy, mándame)
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!». Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo». Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado». Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?». Contesté: «Aquí estoy, mándame». V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor».
SALMO RESPONSORIAL
Sal. 137,1bcd-2a.2bcd-3. 4-5.7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para Ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para Ti; me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu Nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/.
SEGUNDA LECTURA
Predicamos así, y así lo creyeron ustedes
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios15, 1-11
Les recuerdo, hermanos, el Evangelio que les anuncié y que ustedes aceptaron, en el que además están fundados, y que los está salvando, si se mantienen en la palabra que les anunciamos; de lo contrario, creyeron en vano. Porque yo les transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creyeron ustedes. V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor».
Vengan en pos de mí ─dice el Señor─, y los haré pescadores de hombres.
EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando Él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echen sus redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. V/. «Palabra del Señor». R/. «Gloria a ti Señor Jesús».